12 junio, 2009

El olvidado "Sarzosa"

“Sarzosa” o “Sarzocita” – con cariño – camina todos los días por las calles del centro, frecuenta la cafetería “San Agustín”, recibe el cariño de esa gente que aún lo recuerda. Cuando ya es tarde y el tráfico comienza, retorna a su departamento, ubicado en el tercer edificio de los multifamiliares “El Tejar”.

“El Sarzocita” amigo infaltable de Don Evaristo Corral y Chancleta en la vida del teatro y en la real Oscar Guerra casi hermano de Ernesto Albán Mosquera conserva en su modesta vivienda medallas, diplomas, fotografías de aquellos tiempo que le traen tantos buenos recuerdos.

A lo que más cuida don Oscar son a los carteles que los anunciaban, en 1975, como parte de un festival de humor en el famoso Madison Square Garden de Nueva York, junto a cómicos como “Lucho Navarro” y “Pololo”. También señala que algunas veces viajaron por Venezuela, Panamá, Costa Rica, México y entre risas dice “que la gozaron completa”.

“Con un abrazo de alguna persona que aún se acuerda de este humilde servidor mi soledad se hace menos pesada”

Sentado en un mueble grisáceo de su pequeña sala abre su corazón y de una manera muy lúcida, a pesar de sus 84 años de edad, comienza a contar la aventura diaria de sesenta años en las tablas del mundo, sobre todo de su querido Teatro Sucre.

“Sarzocita” nació junto a “Don Evaristo”. Y, estos dos actores crearon a “las Estampas Quiteñas”, que marcó la época del buen teatro. Aunque Oscar asevera que la idea de estos sketch no fue suya sino de la empresa de Ernesto Albán, la “Gómez Albán”.

“Las Estampas Quiteñas” fueron un éxito desde las primeras puestas en escena. Y lograron mayor y rotunda aceptación cuando “Don Evaristo” les añadió ese letal comentario político. “El Sarzosa” dice al fin y al cabo aprovecharon ya que ningún político inteligente se molestaba, solo los tontos. Lo que consiguieron fue alegrar a la gente con lo cotidiano.

“Ensayábamos todos los días, de tres a seis de la tarde. En temporada, esa carga bajaba para mantener fresco al elenco”, apunta el actor. Don Evaristo también sabía hacer de patrón. Estaba pendiente de cada uno de los papeles, de la ubicación de los actores en el escenario, de la gestualidad, de las voces y de la presencia escénica “mirando y fregando para que el cabello engorde, como certifica Oscar”.
“A pesar de mis 84 años aún quisiera volver a las tablas, aún siento esa pasión en mi cuerpo”

Vivían el día. Vivían bien. Buscaban siempre la alegría. Andaban en un Mercedes Benz, propiedad de “Don Evaristo”. “Con ese carrote nos recorrimos país y medio. Mi buen amigo sabía cantar mientras manejaba”, con los ojos llenos de lágrimas y con la voz entre cortada cuenta Oscar.

Sigue el relato, mientras los suspiros y el silencio se adueñan de la sala de “El Sarzocita”. “Más de una vez, viajamos de cabo a rabo. Cinco, diez, doce horas de manejada. Nos bajábamos, trepábamos al escenario y el resto era conocido: aplausos, flores, risotadas, celebraciones”.

Guerra no tiene respuesta que alcance a explicar cómo y cuándo se perdió esta tradición tan arraigada. Siempre que hay una función teatral asiste, pero tras recordar decenas de esos momentos esplendorosos para su vida y para las tablas quiteñas, le duele apreciar en lo que se ha transformado “la sal quiteña”. “No hay humor en los escenarios de Quito. Me gusta mucho el trabajo de Carlos Michelena, del Mosco Mosquera y de las Marujitas pero de ahí pare de contar. Nadie ha heredado esa pasión desbordante y frenética por hacer teatro bien hecho” afirma.

El tiempo ha volado – como se dice comúnmente -. Conversar con Oscar Guerra: “El Sarzosa” y con afecto “Sarzocita” es enriquecedor. Ochenta y cuatro años de vida, casi un siglo de experiencia y de historia que fueron contados en tres horas.

¡En una obra todos son los protagonistas! Ernesto Albán ya no está pero “El Sarzosa” sigue y entonces así como canta Gerardo Morán “¡en vida! ¡en vida! Después de muerto ya para que”. La gente lo debería recordar, sobre todo los medios de comunicación. ¿Para que entrevistar a los mismos de siempre? ¿Por qué no dejar aun lado su dichosa agenda mediática?

“Sarzocita” así como “Don Evaristo” son parte de la cultura quiteña así que no hay que esperar que le hagan una estatua como a “Evaristo Corral y Chancleta” afuera del Teatro Sucre para sentarse a lado, sonreír y tomarse una foto. ¡Todo en vida!


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