12 enero, 2009

¿Te parece conocido?

Pequeña, algo regordete, con piel estriada, sobre todo, en su abdomen y brazos, mirada picarona, pero, a su vez con un carácter fuerte así es Carmen, la empleada de mi casa.

Carmen tiene una niña de 6 años, Eimy, que por las pillerías de su madre se quedó sin padre. Es imposible dejar de escuchar a Eimy todas las noches, antes de acostarse, como le pregunta a su madre: “Mami, ¿Dónde está papi?” pero, ella inmediatamente con un gesto grosero le dice: “ya acuéstate rápido no me vengas con preguntas tontas” La niña no tiene otro camino que cerrar sus ojos con la esperanza que, quizá, mañana su madre estará de buen humor y le contestará.

Carmen con la única personita que se pone de mal humor es con su pobre hija. Vivo en un conjunto que tiene tres guardias y cuando ella baja a hacer algún mandado se demora mil horas. ¿Saben por qué? ¡Sí!, porque se queda coqueteando con los guardias.

La cara fruncida que pone cuando habla con su hija, se le cambia rápidamente cuando está con otras personas, especialmente, si son hombres.

Al hacer sus quehaceres le gusta escuchar música a volumen alto, razón, por la cual los vecinos vienen a timbrar vociferando: “¡Bajen el volumen este es un condominio de gente decente!” Carmen hace caso unas semanitas, pero como toda alma rebelde no le importa la tranquilidad de los vecinos y vuelve a alzar el volumen.

Es destructora por naturaleza. Ya no tenemos abrillantadora, aspiradora ni lavadora. Lo peor fue enterarnos que la abrillantadora se ha dañado porque el cable sirvió de juete para pegarle a la pequeña. Lastimosamente, nadie estuvo en la casa para poner un alto a tan tremenda situación.

Por tan terrible acción mi mamá la reprendió verbalmente. Esto no le gustó por lo cual con un quemi importismo manifestó: “Puedo hacer con mi hija lo que yo quiera y si la pego mi problema es” y como era de esperarse renunció.

Su, supuesta, decisión irrevocable le duró poco. A tres semanas de lo sucedido tuvo que regresar ya que se dio cuenta que nadie le daría trabajo por su “cara de buena moza” y peor aún si tenía una criatura que mantener.

Al regresar sabía que debía acatar las normas de la casa y como necesitaba el trabajo tenía que aceptarlas. Desde ese día no ha vuelto a pegarle a Eimy. Pero, eso sí nunca podrá cambiar su, aparente, forma cordial de tratar a los hombres.

Un día nos enteramos que ha tenido una relación amorosa con un guardia, Wilmer. Se presumía que mantenía una relación estable, es más, creímos que por fin asentó cabeza y que Wilmer sería el nuevo padre de Eimy.

Pero ¡No!, Wilmer estaba con ella hasta que le diera la famosa “prueba de amor” y la viva e incrédula Carmen en vez de darle papá a Eimy, un hermanito le dio.


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